enBABIA. Revista digital. Fuerteventura.: ¿Por qué con Franco no ganábamos a nadie?

¿Por qué con Franco no ganábamos a nadie?

En los últimos años, "la roja" arrasa, estamos de moda, nos temen. Lo ganamos casi todo, somos campeones de Europa de fútbol y baloncesto (y del mundo ¡quién lo diría!), Copa Davis de tenis, hockey, balonmano, gimnasia rítmica, copamos los Tours ciclistas, las carreras de motos, ganamos medallas, tenemos primeras figuras en fórmula 1, golf, kárate, alpinismo, vela, tenis, atletismo, y no sé cuantas cosas más, hasta el punto de que ya, ni le damos importancia, algo típico de los españoles.



Y yo me pregunto: ¿Por qué con Franco no ganábamos a nadie? Los éxitos actuales, demuestran, a todas luces, que genéticamente estamos preparados para cualquier hazaña deportiva. Algo fallaba, entonces.

Con Franco la táctica era apelar a la "raza" (o sea, a los "huevos"), curioso término guerrillero que se empleaba para disimular la falta de técnica, preparación física, métodos de entrenamiento, subvenciones deportivas, organización oficial, etc. Lástima que el término "deporte" fuese siempre asociado al de "cultura", muy mal visto por aquellos pagos.

Solamente con "raza" era imposible ganar ni a las canicas. Alguien dirá: "¡Hombre! piensa que salíamos de una guerra civil". No me vale: los alemanes (y alemanas) por ejemplo, que tenían muchos más escombros que nosotros, destacaban en casi todo. Daba igual, siempre estábamos en el pelotón de los torpes.
Apenas maquillábamos nuestro fracaso, gracias a genios individuales que sacrificaban su vida y su economía, por el deporte y normalmente, eran hijos de profesionales de clubs de tenis, golf, o esquí, o tenian una tienda de bicis y lo mamaban desde pequeños, o simplemente, porque sonaba la flauta, pero nunca por medio de los cauces oficiales. El mérito era exclusivamente de ellos, de los Bahamontes, Santana, Nieto, Ballesteros, Ochoa y tantos otros. No debe confundirse el orgullo que experimentábamos los españoles con sus triunfos, con la identificación nacional a nivel oficial. Curiosamente, el único deporte de equipo en el que éramos intratables era el hockey sobre patines, pero, hete aquí, el detalle de que todos eran catalanes y, claro, no era cuestión de darle mucho pábulo al asunto, no fuese a ser que esa "gente" se viniese arriba. Contaba un allegado al Pardo, que Franco, en una ocasión rechazó unas chocolatinas francesas. ¿No le apetecen, su Excelencia? preguntó el asistente "Ez que zon catalanaz" respondió el Caudillo. Tras explicarle, con mucha mano izquierda, que la "t" final de "chocolat" no correspondía a un adjetivo catalán, si no a un término francés, le respondió, sin dar su brazo a torcer: "Zi, zi, franced, pero hecho en cataluña". ¡Así, nos lucía el pelo!

Recuerdo que, cuando Paco Fernández Ochoa ganó la primera medalla de oro en una Olimpiada (Olimpiada de Invierno, que no sabía nadie en España, ni que existía tal competición) le pasearon en descapotable por las calles como si acabase de llegar de la luna. ¡Qué cosas! Acostumbrados únicamente a celebrar que un muchachote de Barakaldo (entonces, Baracaldo) levantaba unas piedras gordísimas, que Zarra había metido un gol a no sé qué equipo extranjero, que Marcelino metió otro a los comunistas, o a que el Real Madrid ganaba la Copa de Europa, lo del esquiador, nos parecía la monda.

Hemos tardado, pero no por culpa de nuestro espíritu deportivo, si no por culpa de la puta "raza" y de su inventor. Ahí tienen al culpable.