Llegamos casi juntas a la fila 8 del Coto. Ella saluda a la que tiene delante. Como no recibe respuesta, gira, me mira y dice: “si perdemos el saludo, perdemos todo”. Por las dudas cuando se va le digo “hasta luego”.
2
Mi abuela me recibe, en el almuerzo familiar, con un “es una lástima que la novia de Javier no venga”. Corto algo de queso y voy para el fondo, me acerco a mi tío: “¿así que andás de novio?”.
Mientras nos arrimamos a la mesa mi abuela insiste con que es una lástima. Su hijo, toma un vaso de agua, y con una sonrisa de cuchillo entre los dientes, le dice: “Mamá ¿quién te dijo a vos qué es mi novia? Sólo para que sepas, no puede serlo porque está casada”. Todos mudos. Mi abuela arquea los hombros y remata: “ya me parecía que algo raro había, ésta no tenía pinta de puta”.
3
Con el celular en la mano entro a la habitación donde está internada mi tía abuela. Ella, inconsciente. Mi padre, sin saludarme dice: “Natalia córtala con ese aparato”. Lo apago. Ni nos miramos. Al rato murmulla “salgo a tomar aire”. A la media hora soy yo quien lo necesita: al aire. Me encuentro en el pasillo con mi viejo y en mal tono pregunta “¿dónde estabas?”. “Con la tía”, digo. “Te estoy llamando hace más de media hora y no me atendés!”. “Pero me pediste que lo apague”, le contesto. Con los ojos rojos y el pañuelo en la mano izquierda, se da media vuelta y regresa donde falta todo.
Escrito y publicado por Natalia Monayer.
Extraído por enBABIA del blog Janolandia